Hace tiempo que llevo pensando el hecho de salir de las redes sociales.
En ningún caso es por animadversión a la tecnología, los que me conocen saben que siempre he mirado de conocerlo todo, desde Facebook, Twitter, Google Plus, Instagram, Snapchat, Whatsapp, Line, Telegram, Foursquare, Swarm, Linkedin, Pinterest… Al principio era todo nuevo e interesante y me ha permitido estar “en contacto” con todos los amigos del colegio, campos de trabajo, erasmus, etc. Sin embargo en muchos de los casos he vivido sus vidas a través de sus estados, sus muros, sus fotografías…
He visto nacer niños que ni tan siquiera conozco, tengo gente del cole con la que no hablaba jamás e incluso algunos compañeros de trabajo que no te tragaban me pedían amistad.
Hace un año leí esta entrevista a Zygmunt Bauman y este mes de enero ha fallecido a los 91 años. Lo conocí por sus comentarios sobre nuestra sociedad española sobre el 15-M y también sobre la independencia de Cataluña. Desde entonces todos los artículos que leo de este sociólogo me parecen de una simplicidad y acierto impecable.
«Ha sido una catástrofe arrastrar la clase media al precariado. El conflicto ya no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad.«
En un mundo en el que salirse de la norma buscando una mayor humanidad es una afrenta a lo establecido. La modernidad líquida, como él definió nuestro periodo, en la que el hombre está huérfano de referencias consistentes y los conceptos son más inestables que nunca. Las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Y aun conociendo la amenaza de la precariedad somos incapaces de prevenirla. Es una combinación de ignorancia e impotencia.
«Hoy las 85 personas más ricas del mundo tienen tanto dinero como la mitad más pobre del planeta, unos 3.500 millones de personas.«
Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente.
Yo, igual que la marmota que odiaba Phil Connors en “Groundhog Day” (Atrapado en el tiempo), vuelvo a la madriguera. A esperar que acabe este frío invierno, a trabajar en mis proyectos, mi blog, a estar con mi pareja, mis amigos y familia. Pero sin estados, sin muros, sin perfiles…
Al menos hasta dentro de 6 meses exactos dónde evaluaré mi experiencia.